Juan Fernando Subirana- Analista Económico

El año 2024 marcó un periodo crítico para la economía boliviana, con desequilibrios estructurales que han puesto a prueba la resiliencia del país. La inflación acumulada alcanzó un preocupante 9.5%, triplicando las metas iniciales, mientras que el crecimiento económico se estancó en un modesto 1.5%, afectado por crisis en sectores clave como energía y combustibles. Además, los bloqueos y protestas contribuyeron a exacerbar los problemas económicos, erosionando el poder adquisitivo de los bolivianos.
El sector hidrocarburífero, pilar tradicional de la economía, mostró un bajo rendimiento. A pesar del anuncio de un descubrimiento de un yacimiento con más de 1 TCF de gas natural, la ejecución de proyectos sigue enfrentando barreras logísticas y administrativas. Por otro lado, la transición energética avanza con la incorporación de 500 MW de energías renovables, aunque el ritmo de implementación evidencia la necesidad de acelerar este cambio estructural.
Uno de los puntos más controvertidos ha sido la creciente brecha cambiaria. El tipo de cambio oficial de 6.96 bolivianos por dólar contrasta con las tasas del mercado paralelo, que superan los 12.00 bolivianos. Esta situación ha impulsado la adopción masiva de criptoactivos, que se han convertido en una alternativa no regulada para acceder a divisas, con un volumen de transacciones mensual estimado en $1,300 millones desde Bolivia.
El próximo año, las elecciones presidenciales de agosto de 2025 jugarán un rol decisivo en el panorama económico. La incertidumbre política ya ha afectado las decisiones de inversión, y se anticipa que el periodo preelectoral retrasará reformas cruciales necesarias como la revisión del tipo de cambio y los subsidios a los carburantes.
Las proyecciones para 2025 reflejan retos significativos. Se espera un crecimiento económico de apenas 1.5%, mientras que la inflación oficial podría alcanzar valores superiores al 10%, con percepciones de productores e importadores que duplican esa cifra. Las Reservas Internacionales Netas continúan en niveles críticos, apenas cubriendo el equivalente a tres meses de importaciones.
Para enfrentar estos desafíos, se requiere una transformación integral del modelo económico boliviano. Entre las reformas más urgentes destacan la modernización del sistema monetario, la diversificación productiva, la simplificación normativa y una integración internacional estratégica. Estas medidas demandan un consenso político y social amplio, pero son esenciales para superar las limitaciones del modelo actual.
En conclusión, Bolivia enfrenta un escenario económico y político complejo, donde el éxito dependerá de la capacidad de construir consensos y emprender reformas estructurales que equilibren la estabilidad social con la sostenibilidad económica. El próximo gobierno heredará una economía que exige cambios profundos, y el periodo preelectoral será determinante para definir el rumbo del país.