Ezequiel Serres- Red Wind

Santa Cruz, el motor comercial del país, ya sufre los efectos directos de los bloqueos en Cochabamba. Las rutas cerradas han interrumpido el abastecimiento de productos agrícolas clave, afectando principalmente al mercado mayorista Nuevo Abasto. La cebolla verde, la hierbabuena, el choclo, la papa, el plátano y otras frutas de los valles cochabambinos simplemente desaparecieron de los puestos. Y los pocos que llegan lo hacen con precios inflados.
La papa holandesa subió de Bs 50 a Bs 70 por arroba. La zanahoria, de Bs 40 a Bs 60. La cebolla, ante la ausencia de la cochabambina, trepó a Bs 90. Otros productos como la arveja, el pimentón y el plátano también duplicaron su valor.
En contraste, hay productos que mantienen o incluso bajan su precio, como el tomate (Bs 4 a 5 el kilo) o las frutas de otras regiones, lo que revela el grado de dependencia que tenemos de ciertas zonas del país y cómo un solo departamento puede condicionar la estabilidad alimentaria de millones.
Pero los bloqueos no sólo afectan la comida: golpean con fuerza la economía de las familias bolivianas. En mayo, la inflación llegó al 3,65 %, la cifra mensual más alta en años, llevando la acumulada al 9,81 % según el INE. Muy por encima del 7,5 % que el Gobierno había proyectado para todo el 2025.
El presidente del INE, Humberto Arandia, fue directo: la inflación responde a varios factores como la falta de dólares, el clima, el desabastecimiento de combustible… pero también a la especulación y los conflictos políticos. Y entre ellos, los bloqueos son un factor que agrava el panorama. “Pensar que un bloqueo va en contra de la inflación y la crisis es algo que no tiene sentido”, afirmó.
Mientras tanto, la escasez golpea al comerciante y al consumidor. La comida se vuelve un lujo. Y detrás de cada precio que sube, hay una historia de angustia.
¿Hasta cuándo seguiremos pagando con hambre los conflictos políticos del país?