Una pareja —incluido el propio tío de la menor— fue enviada a prisión preventiva en Chile. La niña trabajaba más de 12 horas diarias en un mercado. Había intentado escapar, pero fue devuelta a sus captores.

Chile.- En los pasillos atestados del Terminal Agropecuario de Iquique, donde el bullicio del comercio parece anestesiar el dolor ajeno, una niña boliviana —menor de 14 años— vivía atrapada en una pesadilla: jornadas extenuantes, sin escuela, sin descanso y sin voz. Su historia, como la de tantas víctimas invisibles, salió a la luz solo gracias a una denuncia anónima.
Este jueves, su tío y la pareja de este fueron formalizados por el delito de trata de personas con fines de explotación laboral. El juez Diego Reyes ordenó prisión preventiva para ambos, mientras se abre una investigación de 90 días a cargo del OS9 de Carabineros y la Fiscalía Local de Iquique.
Trabajo forzado disfrazado de ayuda familiar
Según relató la fiscal Camila Albarracín durante la audiencia, la niña ingresó a Chile en enero de este año a través de un paso fronterizo no habilitado en Colchane. Desde entonces, trabajaba largas jornadas —desde la madrugada hasta pasadas las 21:00— en el negocio familiar de sus captores. No estaba escolarizada, ni tenía una vida normal. Solo trabajo y sometimiento.
En un intento desesperado por liberarse, la menor huyó en bus rumbo a Santiago. Pero su libertad duró poco: fue interceptada por Carabineros durante un control, quienes —sin advertir lo que había detrás— la devolvieron a su tío.
La defensa que intentó minimizar el horror
Durante la audiencia, la defensa de los acusados afirmó que la niña colaboraba “voluntariamente” en el local comercial. Pero la Fiscalía fue contundente: se trata de un caso de esclavitud moderna, en el que los vínculos familiares fueron utilizados como fachada para encubrir una situación de explotación extrema.
Un precedente reciente y perturbador
Este caso reabre heridas aún frescas en Iquique. En abril pasado, otra denuncia estremeció al país: un niño de 13 años era sometido a tratos inhumanos por su madrastra chilena. Dormía en el patio, lavaba autos y recogía excremento de animales con las manos. Permanecía sin bañarse durante semanas y llegó a estar seis días sin comer.
“Me decía que nadie me quería, que no tenía mamá. Me golpeaba con chancletas… después con palos”, relató el menor entre lágrimas, en una declaración que encendió la indignación pública.
La herida abierta de los niños sin voz
Estos casos no son aislados. Son parte de una realidad dolorosa: la niñez más vulnerable está siendo atrapada por redes de abuso, indiferencia e impunidad. En zonas de frontera como Iquique, donde las autoridades luchan contra la migración irregular y el crimen organizado, los menores sin documentos ni redes de protección son presa fácil para explotadores.
¿Cómo se repara el daño a una infancia que fue robada?
¿Qué pasará con la niña, ahora lejos de sus captores, pero también de su país?
¿Estamos haciendo lo suficiente como sociedad para proteger a quienes no pueden defenderse?