
El plato fuerte de la crisis boliviana ya no es político ni ideológico: es económico, y se sirve frío, con escasez, inflación y un aroma agrio de desesperación. La cadena alimentaria nacional está quebrada. Lo sienten los productores, lo sufren los consumidores y lo enfrentan, como pueden, los empresarios gastronómicos y del agro. Bolivia atraviesa una emergencia silenciosa en sus mesas.
A lo largo del país, los bloqueos sostenidos desde inicios de año han transformado los mercados en territorios inestables, con precios que varían por horas, alimentos que no llegan y empleos que se evaporan. Mientras en Santa Cruz el kilo de pollo baja a Bs 17, en La Paz se dispara a Bs 34. Un puente aéreo activado por el Gobierno intenta abastecer la sede de Gobierno con carne de pollo y res, pero no logra resolver el desabastecimiento, los sobrecostos ni el miedo a que la olla quede vacía.
“El kilo gancho de carne ya está por encima de los Bs 50. Eso quiere decir que el kilo de pulpa tendría que costar cerca de Bs 100”, denunció Omar Merlo, dirigente de los carniceros paceños. Las filas en Emapa, bajo vigilancia policial, se han vuelto parte del paisaje urbano. Mientras tanto, en los mercados se racionan las piezas de carne como si fueran reliquias.
Desde el sector productivo, los avicultores denuncian que están cubriendo el costo del puente aéreo con recursos propios, y eso se traduce en precios aún más altos para los consumidores. La situación no es sostenible. “Estamos soportando los gastos, pero es el cliente quien lo paga”, afirmó Iván Carrión, vicepresidente de la Asociación de Avicultores.
Bloqueos: el veneno invisible que intoxica la economía
Según un informe de la Federación de Entidades Empresariales Privadas de Cochabamba (FEPC), los bloqueos registrados entre enero y el 10 de junio de 2025 ya generaron pérdidas por más de Bs 1.137 millones en ese departamento. A nivel nacional, los efectos se multiplican: el transporte está paralizado, las industrias están detenidas, y los alimentos se pudren en los camiones atrapados en carretera.

Solo en los últimos nueve días previos al 10 de junio, se registraron 800 millones en pérdidas económicas, con diez frentes de bloqueo activos. Más de 4,8 millones de pollos no pudieron ser transportados, 20.000 cabezas de ganado lechero están en riesgo por falta de alimento, y se han perdido 150.000 litros de leche.
Los sectores más golpeados por la interrupción del tránsito son el comercio, la construcción, la industria manufacturera, el agro y la gastronomía. Más de 20.000 empleos en riesgo en el comercio, 25.000 en servicios y 12.000 en la industria reflejan un drama nacional. “Sin combustibles ni rutas, el país se apaga”, alertó Juan Pablo Demeure, presidente de la FEPC.

Gastronomía nacional: el sabor amargo de la supervivencia
La situación crítica en el sector gastronómico no es exclusiva de una ciudad. Desde La Paz hasta Tarija, pasando por Cochabamba, Potosí o Sucre, los restaurantes ajustan menús, reducen horarios, despiden personal o directamente cierran. En Cochabamba —la autodenominada capital gastronómica del país—, dos unidades productivas del sector cierran cada día. Las ventas cayeron un 50%.
Nelva Quiroz, dueña del restaurante Misk’isitu, resumió la angustia que embarga al sector: “Subimos los precios, eliminamos platos con carne, trabajamos solo tres días a la semana. Pero cada día es más difícil seguir”. Marco Zurita, de “La Casa del Silpancho”, optó por subir el precio de su plato estrella de Bs 17 a Bs 22 para no reducir su tamaño, presionado por la subida constante de la carne, el arroz y el aceite.
Mientras tanto, pequeños emprendedores como Carlos Arrosqueta, que vende pinchos de jiba y pollo, afirman que el precio de los insumos cambia tan rápido que “no da tiempo para planificar gastos”. Sus pinchos, que costaban Bs 9, ahora se venden a Bs 12, con menos ventas y más incertidumbre.
Carne, arroz y aceite: el menú de la inflación
La espiral inflacionaria también alcanzó los productos básicos. El quintal de arroz, que costaba entre Bs 280 y 350 hace un año, ahora se cotiza a Bs 580. El aceite de cocina en botellas de 20 litros pasó de Bs 280 a Bs 350. El transporte encarece todo, y la falta de diésel agrava aún más la cadena de suministro.
Los precios no suben, se disparan. La escasez no preocupa, desespera. Y el hambre —aunque disfrazada de inflación— empieza a dejar marcas en la mesa boliviana.
El país cocina su propia crisis
El Gobierno implementa medidas parciales como los puentes aéreos o la liberación de exportaciones, pero el tejido productivo se sigue rasgando. La cadena alimentaria está fragmentada. Desde el productor al consumidor, todos pagan el costo de un país bloqueado, dividido, sin garantías mínimas de abastecimiento ni estabilidad institucional.
“El riesgo ya no es solo de pérdida, sino de quiebre funcional del aparato productivo regional”, advierte la FEPC. Y si no se desbloquea el país, lo que hoy se cocina a fuego lento podría convertirse en una catástrofe nacional que ni la mejor receta podrá salvar.
Fuente: Red Wind- El Deber- Redes Sociales