En pleno siglo XXI, cuando el mundo se comunica al instante por redes sociales y las noticias llegan en segundos a cada rincón del planeta, el Vaticano sigue aferrado a una tradición ancestral para anunciar al nuevo Papa: una señal de humo que se eleva desde la chimenea de la Capilla Sixtina. No hay pantallas, notificaciones, ni mensajes en redes sociales. Solo una columna de humo, en silencio, que habla en blanco o negro al cielo de Roma.

Mientras comienza el cónclave en el Vaticano, en medio de una era hiperconectada y marcada por la inmediatez, el procedimiento conserva el espíritu de otra época. Aunque drones patrullen el cielo sobre la Plaza de San Pedro y se bloqueen señales móviles en todo el Estado vaticano, dentro de los muros de la Capilla Sixtina se mantiene intacto un ritual medieval. Los cardenales electores entregan sus teléfonos, se declaran aislados del mundo con el solemne “Extra omnes”, y votan con papeletas en completo silencio.
El cónclave de este año reúne a 133 cardenales bajo estrictas medidas de aislamiento. El procedimiento, que ha perdurado por siglos, culmina cada jornada con una señal visual simple pero poderosa: humo blanco si hay Papa, humo negro si no lo hay.
Este método, profundamente simbólico pero también práctico, nació como una necesidad para informar al pueblo sobre los resultados de la votación. Inicialmente, las papeletas se quemaban sin aditivos, lo que producía un humo ambiguo. En 1958, durante la elección de Juan XXIII, una columna gris generó confusión: muchos creyeron que ya había un nuevo pontífice, pero no era así. El Vaticano, experto en el arte de los símbolos, tomó nota del error. Desde entonces, se usan dos estufas y productos químicos para asegurar que el color del humo sea claro y reconocible.
Hoy, en 2025, lo más llamativo no es solo el humo en sí, sino el contraste con la era moderna. En un tiempo donde los cardenales tienen presencia en redes sociales, y donde la tecnología permite rastrear cada palabra y gesto, el Vaticano elige desconectarse por completo. No se permiten filtraciones: se vigilan cables, se instalan sensores, se apagan las cámaras y se imponen cortes de red. La excomunión amenaza a quien rompa el juramento de silencio.
La fumata blanca, aunque parezca una simple nube, es el resultado de una meticulosa combinación de liturgia, ingeniería y química. La mezcla que la produce incluye perclorato de potasio, lactosa, resina de pino y una cuidadosa coordinación entre dos estufas. Todo está pensado para que no haya margen de error ni falsas señales como en el pasado.
Así, en una era digital, la elección del Papa sigue dependiendo de un mensaje milenario que no llega en forma de alerta, sino en forma de ceniza.