
Santa Cruz de la Sierra | Redacción Digital
La tristeza se ha instalado en los corazones cruceños. Ha partido Arlinda Álvarez viuda de Dabdoub, pionera de las precarnavaleras, mujer alegre, símbolo de elegancia, y guardiana incansable del Carnaval que hizo suyo con amor y entrega.

Su nombre está íntimamente ligado a una época dorada del Carnaval de Santa Cruz. Fue en 1975 cuando, junto a su esposo Gabriel Dabdoub, dio vida a lo que hoy son las tradicionales “precas”, esas noches mágicas de brillo, música y comparsas que anteceden al corso.
“Desde ese año, cuando la comparsa Haraganes coronó a nuestra hija Medul como reina, mi esposo quiso hacer algo bonito, distinto. Puso pasarelas, sillas… quería que la gente disfrute con comodidad. Así comenzó todo”, relataba Arlinda con emoción en su última entrevista televisiva, en enero de 2024.
Desde entonces, su legado fue creciendo, traspasando generaciones. Su nieta Tamara, también fue reina del Carnaval infantil. Su familia, como ella, entendía que celebrar era también honrar la identidad cruceña.

Pero tras la partida de Don Gaby, el gran amor de su vida, Arlinda decidió guardar los trajes. El Carnaval ya no fue el mismo para ella. Se alejó por más de dos décadas del bullicio, hasta que en 2024, a invitación de la comparsa Ociosos, volvió a asomarse a ese universo que ella misma ayudó a construir.
Y ese regreso fue también un homenaje. UNITEL la reconoció como “Cruceña de Oro”, un título que no solo premiaba su aporte cultural, sino su temple, su calidez y el respeto de todo un pueblo.
Un adiós cargado de afecto
Las redes sociales se han llenado de mensajes de cariño y dolor. Uno de los más sentidos fue el de Pippo Galarza, quien escribió:
“Despedimos con profunda tristeza a Arlinda Álvarez de Dabdoub, quien fue mucho más que una clienta: fue parte de nuestra familia. Tu luz y tu recuerdo vivirán siempre con nosotros”.
Desde Cainco, también expresaron su pesar:
“Acompañamos a la familia en este momento de dolor, y elevamos nuestras oraciones por el eterno descanso de su alma”.

Una historia que queda viva en la memoria del Carnaval
Arlinda no fue solo testigo del Carnaval moderno. Fue artífice. Fue inspiración. Fue esa mujer que acompañó a su esposo en la creación de un nuevo lenguaje festivo para Santa Cruz. Desde las precas hasta las pasarelas, desde la realeza infantil hasta los aplausos del pueblo.

Hoy Santa Cruz la despide con un nudo en la garganta, pero con gratitud infinita. Porque su legado no muere: vive en cada noche de Carnaval, en cada reina, en cada comparsa que desfila por la calle, sin saber tal vez, que camina por los senderos que ella abrió con amor y tradición.

Descansa en paz, doña Arlinda. Santa Cruz nunca te olvidará.